LAS SOMBRAS DEL PUEBLO
El pulque es una bebida mágica que mi
abuelo me enseñó a preparar desde que era niño. En las largas horas de jornada
laboral, esa bebida era lo único que daba fuerza a los trabajadores a seguir
adelante. Al pasar del tiempo se convirtió en el trago perfecto para los
habitantes del Pulquetepec, no había quien pasara un día sin ingerir una gota
de tal viscoso placer. Y yo era feliz, pero ahora no más. Cada vez que cierro
los ojos los veo a ellos, me persiguen, vivo con miedo, no me dejan en paz.
Todos estarán de acuerdo en que para trabajar la tierra hay que tener la panza llena; sin embargo, en la inmersión de la corrupción, la desigualdad y el hambre, no puede ser posible. Cuando vendía pulque a todos los hermanos del pueblo, siempre olvidábamos los problemas y descansábamos, era la gratificación de los dioses del maguey por sacrificar nuestra propia fuerza. Pasando el tiempo, la gente me empezó a conocer y poco a poco logré ganar cierto respeto, admiración y confianza.
Recuerdo el último viernes de
septiembre, me dispuse a cerrar mi puesto, mientras estaba agachado recogiendo
algunas monedas que se me habían caído, unos hombres me atacaron por la
espalda, me ataron, y mi cuerpo sintió severos golpes llenos de fuerza. Cuando
recobré el conocimiento, muy desconcertado, estaba sentado en frente de un
escritorio y sobre éste había un diario. En primera plana apareció ante mis
ojos una noticia que me dejó perplejo, por un momento dudé de quién era y la
cabeza me estalló de dudas. Derramé una lágrima que alcanzó al periódico,
mojando la palabra "Maurice";
"Hallan cuerpo de Maurice sin vida",
ese era el título de la noticia. El
periódico Dioses Mayas, afirmaba que mi cuerpo había recibido varios
cuchillazos en el pecho; sobre el cuerpo una nota que decía: "Los vigilamos a todos", desde luego
que no presentaban evidencia de ello, además de no contar aún con ningún
sospechoso. Pero, aun así, allí estaba yo, sentado frente a la muerte. Seguido
de ello se oyó un estridente ruido blanco que se fue aclareciendo hasta llenar
el espacio, en algún sitio del oscuro lugar en el que me encontraba había una
radio sintonizando, pues el sonido que ahora escuchaba era el de una reportera
de noticias que narraba lo que acontecía:
- Gracias por sintonizarnos. Aquí y
ahora las noticias más recientes de Pulquetepec.
- Resulta que desde el pasado domingo
que los agentes policiales encontraron sin vida el cuerpo de Maurice, han
estado sucediendo eventos extraños. La violencia en Pulquetepec ha aumentado,
razón por la cual los habitantes se han rehusado a salir por las noches, pues
corre el rumor de que el asesino puede volver a atacar a alguien más.
Recomendamos no salir solos y seguir informados, no olvide que puede llamarnos.
Nos despedimos.
DIOSES MAYAS, EL MEJOR MEDIO DE
COMUNICACIÓN, SIEMPRE COMUNICADOS, SIEMPRE AHÍ. UBICUOS; INSTANTÁNEOS;
INMEDIATOS.
-Terminó la canción de despedida y
el silencio presente de nuevo.
La
última vez que volví a escuchar ese odioso y maldito sonido fue con una nueva
emisión que me despertó de un profundo sueño, estaba desesperado, por más que
intentara no escuchar, el volumen aumentaba cada vez más y más hasta
enloquecerme. La gente había perdido la razón. Todos dudaban de los demás,
pensaban que me en cualquier momento la otredad los atacaría. Hombres y
mujeres organizaron un mitin enfrente de la plaza de la justicia, exigiendo
encontrar al asesino; iban preparados con antorchas de fuego, carteles, cantos
eufóricos, piedras y sed de justicia.
-Estamos aquí para exigir que capturen
al asesino – Fue lo que se escuché.
-Sí, estamos asustados, vivimos con
miedo –Dijo una segunda voz, y al fondo los gritos eufóricos pidiendo justicia.
La multitud se descontrolaba pues habían roto alguna de las ventanas del
palacio y exigían a las autoridades a dar la cara.
Tapé mis oídos con las palmas de las
manos para no escuchar más y grité por dentro BASTA... apreté mis ojos, y
cuando los abrí, pude ver, entender. Aparentemente no había nada más aparte del
escritorio, la silla, el periódico y la vela. Me encontraba en un cuarto muy
amplio. Pasos, pasos cada vez más y más cerca de mí. Me puse un poco nervioso, el
sonido de los pasos y el de mi corazón al mismo tiempo, todo cesó hasta saber
de quién procedía el ruido, era él, el gobernador del pueblo había venido a
explicarme y a llegar a un acuerdo conmigo. Al parecer yo era un sujeto
incómodo, todo había estado bien planeado, mi secuestro, el miedo social, todo.
Querían que la gente viviera con miedo, pero no tanto para que exigiéramos. Las
fábricas estaban solas porque no había quien quisiera trabajar.
Yo tenía que revivir para calmarlos,
tuve que elegir entre vivir o volver a morir, yo quise vivir. Fui liberado y trasladado, en poco tiempo ya
estaba ahí en la plaza de la justicia, pero fue demasiado tarde. El sol comenzaba
a salir. El edificio destrozado; rescoldos por todos lados; vidrios rotos; una
hoguera muriendo en el centro, y a su alrededor una docena de cuerpos tirados,
muertos. Sé lo que ellos sentían porque el que vive ahora con miedo soy yo.
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