LA VERDAD ENCONTRÉ

       Escribo esto porque sé que pronto moriré. Llegará hasta mi casa y en el momento menos esperado, quizá mientras duerma apriete el gatillo contra mi cabeza, o quizá cuando me dirija a la iglesia, una camioneta blindada se estacione delante de mí y cuerpos encapuchados me aten las manos y me suban a la fuerza, o puede que mientras recorra las calles del mercado seis balas atraviesen mi pecho, cayendo entre la multitud. ¿Pero por qué estoy seguro de ello?
       El pasado viernes se cumplió ya un mes del día en que mi Chuy recibió una llamada de un viejo amigo de la escuela, se puso muy contento, hacía años que no se veían, desde hace tres años que su amigo se fue de nuestro pueblo en dirección a la ciudad Obregón, ya que había sido aceptado en la universidad; unas tres horas de distancia es lo que a ambos los separaba. Me dijo que Rodrigo, como se llama su amigo, lo invitaba a una fiesta en la ciudad, que regresaría más tarde.
        -Pa, no te preocupes por mí, me quedaré a dormir allá, duerme tranquilo, cualquier cosa yo te llamo. Quien diría que sería lo último que mi hijo me dijera en persona, le di la bendición, tomó su chaqueta y salió.
        Tres años de no verse, cuántas cosas tuvieron que hablar. Cuando la fiesta se acabó, el buen Rodrigo se dispuso a llevar a su casa a mi Chuy y a Edén. Puedo imaginar a mi hijo viajando en el copiloto, escuchando música, contándole a sus amigos de las fiestas patronales que caracterizan a nuestro pueblo, todos riendo, cantando. Sólo hasta que en plena carretera se les cruzó la patrulla de Ciudad Obregón. Era medianoche, y desconcertados creyeron que tenían que detener el carro y bajarse. Así fue, la patrulla quedó unos pocos metros más adelante de ellos y pronto dos policías bajaron, se dirigieron hasta el carro, mientras que los muchachos se preguntaban si habían violado los límites de velocidad. Nada de eso, les obligaron a descender del auto, cuestión de pocos minutos para que empezara la violencia.
        Sus cuerpos fríos besaban el asfalto. Les ofrecieron jugar a un juego, al que llamaron “corran por sus vidas”. Pero qué idea tan enferma.
        -Contaremos hasta cinco y entonces podrán correr, porque nosotros somos buenos con ustedes, pero tienen que demostrar quien llega primero a la meta. Vamos idiotas, corran 1-2-3-4-5 -dijeron los policías.
        Y entonces puedo verlo, a mi Chuy, a Rodrigo y a Edén, corriendo en zigzag sobre aquella oscura carretera, llega el primer balazo, destinado al aire, los pulmones de mis muchachos acelerándose, gritando por sus vidas, llorando de miedo; se escucha el segundo, no pueden correr más rápido, y fulminan con el tercero que atraviesa la espalda de Edén y cae por inercia al suelo, sus compañeros voltean por un momento y ven un cuerpo sangriento que yace, agonizando, pánico total.
        Los policías riendo, orgullosos de tal hazaña, se acercan al cuerpo y miran el horizonte, todo oscuro, ningún otro cuerpo que puedan ver.
Chuy logró correr unos 20 kilómetros hasta llegar a un Oxxo. ¿Qué cómo lo sé? Cuando entró a la tienda, recargó su teléfono celular y me llamó.
        - Pa, me están persiguiendo Pa, los policías le dispraron a Edén, no sé qué hacer, Pa
Yo aún medio dormido, quedé congelado sólo de escuchar su voz quebrada.
        - ¿Qué dices, Chuy en dónde estás?
        -En un Oxxo, cerca la carretera Obregón.
        -Quédate ahí, voy a ir para allá, no sé cuánto tarde, pero no será mucho tiempo, me oyes, no salgas.
        -Los veo Pa, vienen por mí, los policías se acercan.
        La impotencia del momento no me permitió pensar, no dijo más palabras, sólo escuchaba su llanto, sus gritos de auxilio, lleno de desesperación.
        - ¿Chuy contéstame, quienes son, Chuy qué está pasando? Chuuuy.
          La llamada se cortó, intenté volver a llamar, pero nadie respondió, yo no pude quedarme tranquilo, así que investigué, acudí al lugar de los hechos y descubrí la verdad. Si hay algo de lo que estoy todavía más seguro es de que valió la pena. Luchar por los tuyos siempre valdrá la pena.

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